La vida es un número. En la vida todo son números. Puedes intentar desviar la atención de ellos para sentirte más humano, más terrenales, menos fríos. Para desviar la atención están los sentimiento, llorar, reír a carcajadas o gritar. No hay nada más vivo que eso. Pero al fin y al cabo es la quinta vez que lloras por él, o la tercera que ríes hasta quedarte sin respiración con una persona con la que has hablado miles de veces y a la que conociste hace un año.
A las diez menos cuarto te das cuenta de tus cientos de errores. Fallos que siempre repites y aunque no sepas el número de veces exacto que los cometiste, están ahí.Somos nosotros mismos quienes nos obsesionamos por hacer un ranking con las personas que más apreciamos, las que tenemos en la agenda con sus nueve números en favoritos, los nueve que te aprendes de memoria. Todo lo que nos rodea son números, su piso, el número del portal, el año en el que os conocisteis, las veces que os besasteis, las películas que te recuerdan a él, las que visteis juntos, o las que no, incluso los pecados capitales que cometisteis. Todo, absolutamente todo se puede numerar. Pero realmente no son los números los que duelen, sino el hecho de que tú seas uno más para él. La segunda de la noche, la tercera mentira del día, los cuarenta minutos de pasión en el coche y que desaparecerán en diez minutos de su memoria. La decimonovena en su lista, el primero y único en la tuya.
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