Euforia. Tormento. Lija. Terciopelo. Putadas y desvelo. Sueña despierta delante del ordenador. Pasa de largo donde solía doblar. Habla en silencio mientras camina sola. Piensa en lo que le diría, o en lo que debería haber dicho, puede que incluso lo que le dirá en un próximo encuentro. Recuerda cada una de las cosas que hizo, pero aún más las que no hizo. No se ríe demasiado. Pasea de madrugada. Aún le resuena en los oídos algo que él dijo. Si cierra los ojos, puede ver su sonrisa. Atesora las entradas de las películas que vieron. Una canción le hace recordar. Llora un promedio de cien lágrimas diarias. Nunca tiene hambre, pero a veces asalta la nevera a las seis de la mañana. Cree reconocerlo en la oscuridad de los bares. Escribe su nombre en las estrellas, y le tiemblan las manos si descuelga el teléfono. El grifo de la ducha se queda siempre abierto. Si pasa por su lado, siempre piensa que cae y tiene que recordar cómo se camina. Se descubre repitiendo sus frases más características. Bebe demasiado. Come chocolate a toneladas. Se sabe de memoria su talla de jersey, de pantalones, camisas, calcetines y zapatos. Le obsesiona el color de sus ojos. Enumera sus fallos para no idealizarlo, pero termina iluminando sus virtudes. Se ha pintado de negro las uñas de los pies. Grita como una loca bajo el chorro del agua. Al menor de sus gestos se le congela el pulso. Escribe mensajes absurdos que nunca le enviara.
Redacta tonterías.
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