Hablamos de cosas imposibles. Y es un gran error. Puestos a escoger, a mi me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo supongo. La improbabilidad es menos dolorosa y suele dejar un resquicio a la esperanza, y a la ética. Y si no recapitulemos, que David ganara a Goliat era improbable pero sucedió. Un afroamericano habitando la casa blanca era improbable, pero sucedió. Nadal desbancando del número uno a Federer, una periodista convertida en princesa, el doce uno contra Malta. La roja ganando la Eurocopa. La roja campeona del mundo. El príncipe Guillermo casándose con Kate. Por eso en cuanto a materia de amor, el amor, las relaciones, y los sentimientos, no se fundan en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores improbables.
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